De campeones a fantasmas: el adiós del Velódromo ‘Chango’ Vélez y otros espacios rotos
Este es un recorrido por el abandono de espacios deportivos en Saltillo y la memoria que se desvanece entre gradas vacías y homenajes olvidados
¿Por qué nos cuesta tanto cuidar y mantener en buen estado un espacio deportivo? No se trata de repartir culpas entre el gobierno o la sociedad. Vale más preguntarnos por qué, y observar el fenómeno con calma, con memoria.
El 10 de junio de 2022, en esta misma sección, dimos cuenta del que llamamos “el parque más triste del mundo”: el Parque Deportivo Venustiano Carranza.
Desde entonces, poco ha cambiado en ese paisaje de casi 13 hectáreas entre la calzada Antonio Narro y la calle Álvaro Obregón. La tristeza, como si tuviera raíces, permanece.

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Un destino similar vivió el Velódromo Oscar “Chango” Vélez. Con una diferencia notable: a este sí le dieron funeral. Su historia terminó entre maquinaria y polvo.
Y es que la historia de ese velódromo ya era trágica desde mucho antes, desde la muerte del ciclista que le dio nombre, hasta el día en que sus gradas vacías fueron demolidas.
UN CAMPEÓN AGUERRIDO
Oscar “Chango” Vélez Álvarez nació el 4 de julio de 1940, en el tradicional barrio de San Luisito, en Saltillo. Su carrera como ciclista despegó en Monterrey, en una ruta de 230 kilómetros rumbo a Reynosa. Era 1956 cuando se colocó en el podio con un tercer lugar, representando al Club Independiente.
A partir de ahí, su nombre comenzó a escribirse en mayúsculas:
-1957: Gana el Campeonato del Norte, corriendo Monterrey-Saltillo-Monterrey con el club de su hermano, Refugio Vélez.
-1958: Se corona campeón nacional.
-1959: Se une al Club Saltillo y hace mancuerna con Raúl Flores.
-1960: Obtiene el Campeonato Estatal de Coahuila, en una carrera de 150 kilómetros.
“Chango” era parte de una cuarteta de élite: Manuel Ramírez, José Ángel “Chato” Ruiz, Raúl Flores y él. Fue precisamente Raúl quien, en 1978, compartió con Vanguardia los detalles de la última carrera de su amigo y colega.
LA ÚLTIMA RODADA
El 15 de septiembre de 1960, “Chango” corrió una carrera en la que, según Raúl, no debía haber estado.
Un día antes, como tantas otras veces, salieron juntos: comieron, pasearon, convivieron con amigos. Platicaron sobre la carrera Monterrey-Reynosa-Harlingen, que se correría al día siguiente.
Un par de semanas atrás, Vélez había tenido un disgusto con “El Ojos” Lozano, lo que tensó la relación entre la Asociación Ciclista de Monterrey y la de Coahuila. Raúl y “Chango” incluso recogieron las credenciales de sus compañeros para frenar la participación.
Raúl lo narró así:
A continuación, la narración íntegra de Raúl:
“Ahí estuvimos buen rato, inclusive tomando una cerveza, pues ya teníamos seguridad de que no correríamos. Eran como las nueve de la noche, cuando le dije a Oscar que fuéramos a cenar a mi casa. Él se resistió, diciendo que qué diría mi esposa, ya que había comido ahí con nosotros y que ahora iba a cenar. Al fin lo convencí y ya nos despedíamos de mis amigos, cuando llegó José Egregiano Montelongo, y nos dijo: “¿Ya están listos para la carrera de mañana?”. Le dijimos que no podríamos ir, porque no teníamos credenciales; Él dijo: “Yo les puedo conseguir en Monterrey que los dejen correr sin credencial”. Y así estuvo insistiendo hasta que yo me fui a mi casa, dejando a “Changuito” todavía discutiendo sobre si corría o no en Monterrey”.
A las 10:00 de la mañana del 16 de septiembre, en el kilómetro 80 de la carretera Monterrey-Reynosa, cinco kilómetros antes de llegar a China, Nuevo León, ocurrió la tragedia.
“Chango” y cinco más iban en fuga, con dos minutos de ventaja sobre el pelotón. Se protegían del viento corriendo por el lado izquierdo, en una recta larga. Un camión cargado de reses venía en sentido contrario. Oscar, al intentar hacerse a la derecha, el camión hizo lo mismo. El impacto fue brutal. La muerte, instantánea.
Raúl fue claro: “Esa es la verdad de la muerte de Oscar ‘Changuito’ Vélez. No como dicen, que un camión lo embistió saliendo de un camino lateral. Eso no es cierto.”
HOMENAJE... Y OLVIDO
El miércoles 15 de noviembre de 1978, a las 11:00 horas, se inauguró el Velódromo Oscar “Chango” Vélez, en la colonia 26 de Marzo, al sur de Saltillo. Lo presidió el entonces gobernador Oscar Flores Tapia. Fue el primer —y único— recinto dedicado exclusivamente al ciclismo en la ciudad.
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En sus primeros años, albergó competencias de peso: el Campeonato Nacional de Ciclismo en 1984, la Olimpiada Nacional y la Universiada en 2003. También fue testigo de los primeros triunfos de Nancy Contreras, atleta mexicana que alcanzó fama internacional.

Pero luego vino la decadencia. El concreto se fue agrietando, el óxido se adentró en las rejas, y la pista, alguna vez vibrante, quedó en el abandono. Ni los ciclistas amateur se asomaban ya. En su lugar: grafitis, agua estancada, y pandillas.
“Ya ni los chavillos venían”, dijo Francisco a Vanguardia en 2010, vecino de la colonia Ampliación 26 de Marzo. “Hasta era peligroso”, añadió Javier, otro habitante.
Ese mismo año, el 4 de febrero, comenzaron las labores de demolición. Roberto Estrada, entonces presidente de la Asociación de Ciclismo de Coahuila, lo dijo directamente: “Una obra mal hecha desde su inicio”.
Algunos denunciaban fallas estructurales; otros recordaban caídas frecuentes de ciclistas. Los 35 mil metros cuadrados del velódromo se destinaron a un nuevo proyecto: el Biblioparque Sur, que hoy sigue en funciones.
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UNO DE TANTOS
La historia del velódromo no es única. En Saltillo, los espacios deportivos suelen tener más epitafios que futuros.
Como el Estadio Saltillo, inaugurado en 1937 frente al Lago República, testigo de funciones como aquella en la que se presentó “El Santo” y de innumerables encuentros deportivos. Fue demolido en los años 60 para dar paso a una escuela. Su lugar lo intentaron suplir el Estadio Olímpico y el Parque Madero.
Y así, otros recintos sobreviven como pueden, parchados, con goteras, con gradas huecas. Cada uno con sus achaques.
En mayo de 2021, la entonces directora del Inedec, Alina Garza, fue contundente:
“Tenemos áreas de oportunidad muy grandes, que más que un mantenimiento o rehabilitación, requieren una reconstrucción”.
Sí, hay esfuerzos. El Estadio Olímpico, por ejemplo, ha ido resucitando lentamente. Pero la pregunta persiste: ¿Por qué dejamos que todo se caiga para entonces mirar hacia esos lugares?
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