Saltillo y el teatro (3). Las mujeres en el contexto teatral

Opinión
/ 13 abril 2025

A las mujeres no les era permitida la escenificación, por lo que cuando la obra lo exigía, los mismos actores varones interpretaban los papeles de los personajes femeninos

A simple vista pareciera que la escenificación teatral se hizo para las mujeres, pero sabemos que, en épocas remotas del teatro europeo, el escenario pertenecía a los hombres. A las mujeres no les era permitida la escenificación, por lo que cuando la obra lo exigía, los mismos actores varones interpretaban los papeles de los personajes femeninos, ataviados con los andrajos o las galas femeninas y forzando sus roncos pechos para imitar la voz de la mujer.

Sin embargo, en la década de 1870, ya existía en Saltillo una focalización femenina del contexto teatral, sin menoscabo de la fuerte presencia masculina que reflejaron los grandes personajes como don José Juan Segundo Sánchez Peña, figura señera del periodismo y el teatro saltillense.

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De la magnífica serie de reportajes, notas y crónicas con las que esta casa editora, VANGUARDIA, homenajeó a Saltillo por sus 400 Años en 1977, tomo el siguiente fragmento del dedicado el 4 de febrero de ese año a este personaje: “Aunque fue también soldado y funcionario público, editó dos periódicos: Don Petate, semanario satírico en verso, y El Martes. Participó en la guerra juarista como decidido defensor de la Reforma. Era profundo admirador de don Benito Juárez. Escribió dramas de muy larga duración basados casi siempre en los novelones de don Manuel Fernández y González, folletinista español, pero hizo también divertidísimos y chispeantes ‘juguetes cómicos’ donde lució su vena humorística y su gran facilidad de versificador”. Los juguetes cómicos eran comedias cortas de humor fino y burlesco que se representaban generalmente para completar la función cuando la obra teatral era más bien corta.

En la década de 1860, ya se montaban obras teatrales en Saltillo. El periódico “El Coahuilense” en su edición del 14 de octubre de 1868 da cuenta de la función ofrecida en la ciudad por la “Sociedad dramática de Señoritas y Señores aficionados”. El grupo había ofrecido dos noches de teatro a los saltillenses. En una representó la primera parte de un drama del reconocido escritor español don Francisco de Quevedo y la pieza cómica “Un Marido de Encargo”, y la siguiente noche escenificó la segunda parte del drama, completándose el programa con otro juguete cómico: “Mi Secretario y Yo”. El periódico “El Coahuilense” dedicó una gacetilla al acontecimiento, asegurando que “Las Señoritas y los Señores que tomaron parte en la función de anoche consiguieron un verdadero triunfo...”, y menciona los nombres de las señoritas actrices aficionadas, que pueden llamarse precursoras del teatro local: Margarita Valdés, Dolores Gómez, Carolina Mena de Máynez, Julia Barragán y Adelaida Flores.

En el transcurso de la década siguiente, la de 1870, el periodista Sánchez Peña estrenó en el Teatro Zaragoza, por lo menos, tres obras dramáticas en verso: “La Cruz del Acecho”, “Diputados al Congreso de la Unión” y “El Brujo de las Montañas”. En la misma década se llevaron también a escena representaciones dramáticas de los escritores locales José María Santoscoy, Antonio de la Fuente, Amado Prado, Bernardo Laredo y Esteban L. Portillo, entre otros.

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Por ese entonces llegó a Saltillo y se estableció con su familia en la ciudad, don Jesús F. Montes, empresario teatral que llegó a ser director del Teatro Zaragoza. Naturalmente, la familia Montes Flores dedicaba todo su tiempo a las actividades teatrales. Las tres hijas del matrimonio: Francisca, Refugio y Dolores, eran actrices, pero la primera, Francisca, era, además, dramaturga. Don José Juan Segundo Sánchez, viudo de doña Teófila Uresti, se enamoró de Francisca y fue correspondido, por lo que se unieron en matrimonio.

Armando Fuentes Aguirre, cronista de Saltillo, describe a Panchita en uno de sus artículos periodísticos: “Doña Francisca Montes, mujer muy desenvuelta que lo mismo escribía dramas que los representaba, vestida con muy lucidos atuendos en los escenarios de los teatros saltillenses. Fumaba mucho Doña Francisca, tendida al estilo Cleopatra o Sarah Bernhardt, en blanco diván que aguardaba su exquisito abandono de mujer. Yo he visto una fotografía suya para la que posó teniendo una manzana en la mano. Sugestiva foto esa”, remata el cronista.

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